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Hace casi un mes que nació Ibrahin Garrel y sus padres, que son de Durazno, tuvieron que llevarlo de urgencia al Centro Hospitalario Pereira Rossell en Montevideo porque fue prematuro y pesaba solamente 700 gramos. “Ahora pesa 940”, contó su papá, muy contento. Él se está quedando en la Casa Ronald McDonald que se encuentra dentro del hospital, donde le dan un hogar a las familias que están al cuidado de un niño o niña internado. “Si no fuera por la casa, estaría durmiendo en la sala de espera, no queda otra”, afirmó el papá.
En la casa reciben en su mayoría a familias de niños y niñas que están en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCIN) del Hospital Pediátrico, pero también a las de chicos y chicas que están en la Unidad de Quemados y Cirugía Reparadora (UNIQUER) y en la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos. A su vez, al igual que al papá de Ibrahin, alojan a padres de bebés que están en cuidados intensivos o intermedios del Hospital de la Mujer, mientras que las madres se quedan en un hogar de la Fundación Caldeyro Barcia. “Si nos quedan cupos alojamos a cualquier familia que se encuentre con su niño internado en los diferentes servicios del Hospital Pediátrico”, señaló Marcela Girardelli, coordinadora de la Casa Ronald y de la Sala Familiar Educativa, otro proyecto de la Asociación Casa Ronald McDonald. La estadía en la casa es 100% gratuita e incluye las cuatro comidas, living comedor, cocina y un espacio al aire libre. Además, hay cuartos con camas para aquellas familias que pasan la noche allí (otros adultos utilizan todos los demás servicios, pero duermen con el niño o niña en la habitación del hospital). El lugar cuenta con lavadora y secadora y también da ropa de cama, toallas e insumos de higiene personal. En total, la casa tiene una capacidad con cama para 28 personas. Sumado a eso, pueden tener hasta 15 personas en tránsito que utilizan las áreas comunes. “Por día utilizan la casa en distintos momentos entre 30 y 50 personas”, sostuvo Girardelli. Puede haber hasta dos personas por niño o niña. Al Pereira Rossell llega mucha gente del interior “por situaciones complejas o internaciones largas”, señaló la coordinadora. “Nunca se le dice que no a una familia. Si no tenemos lugar con cama y les corresponde, la espera máxima es de dos días en las áreas comunes”. A su vez, hay familias que vienen porque el niño o niña tiene que hacerse un estudio o se va a operar y tiene horas de espera y en esos casos se alojan los adultos con el menor en una habitación especial. La casa cuenta con un espacio de juego para los chicos y chicas y también con una televisión donde pueden ver dibujitos animados. “Hemos tenido varias familias de otros países que vienen a pasear y sucede algo y necesitan ser internados”, contó Girardelli. Por ejemplo, se ha quedado gente de Eslovenia, Argentina, India y Brasil. Dentro del Hospital de Tacuarembó existe una casa melliza a la de Montevideo. La coordinadora dijo que “tiene la misma población, pero además recibe mujeres embarazadas porque hay muchos embarazos complicados que llegan desde el norte del país”. Y sostuvo que “eso ha mejorado mucho las condiciones de los partos para las mamás y los bebés”.
Hace cinco años que Beatriz es voluntaria en la Casa Ronald. “Acá le hacés un bien a ese papá o esa mamá que tiene a su niño internado, pero también te lo hacés a ti, porque cuando ayudás sentís mucha satisfacción”, aseguró. Trabajaba en la salud, en la parte de administración, y cuando se jubiló se postuló para el voluntariado. “Aprendés a querer la casa y a preocuparte de que no falte nada para que cuando la familia venga tenga todo que necesite y se sienta como en casa”, expresó. Según Girardelli, los voluntarios asisten como máximo una vez a la semana durante tres horas. Así, se vuelve más accesible “incorporarlo a su vida cotidiana”. Beatriz sostuvo que eso “está muy bien pensado para no involucrarte tanto con la tristeza del padre o la madre y así poder apoyar en los momentos difíciles”. “Todos los que somos padres sabemos lo difícil que puede llegar a ser tener a un hijo internado, ni que hablar en riesgo de vida”, subrayó la coordinadora. En este sentido, dijo que el apoyo del equipo y los voluntarios es fundamental “no solo en la parte emocional, sino en pensar por ellos”. “A veces no pueden resolver cosas sencillas porque están muy angustiados y necesitan a alguien que les sugiera dónde poner los bolsos, cuándo comer o cuándo darse un baño”, afirmó. La idea es que el clima de la casa sea “esperanzador” y que haya “calor de hogar”. En el ambiente no se percibe tristeza, sino paz: “Es lindo porque las familias acá encuentran la calma”. Aunque se ubica dentro del Pereira Rossell, el diseño está pensado para que “la gente se sienta por un rato fuera del hospital”. Entre Montevideo y Tacuarembó, el equipo de la Asociación Casa Ronald McDonald está integrado por 11 personas, sumado a 42 voluntarios. Cada año realizan un llamado abierto para los interesados en hacer el voluntariado, seguido de un proceso de selección. Girardelli indicó que la única pauta es ser mayor de edad. Y agregó: “No es dato menor que estamos dentro de un hospital también y la persona tiene que sentirse cómoda en este entorno”.
“Las investigaciones demuestran que cuando los niños están cuidados por sus familiares y esas personas están en buenas condiciones para acompañarlos, ellos reciben todo eso y progresa mejor su situación médica”, aseguró Sandra Marcos, directora ejecutiva de la Asociación Casa Ronald Mcdonald. De esta manera, “el fin último de la casa es cuidar a ese niño o niña que está pasando por la situación de enfermedad”. Cuando los padres y las madres pueden comer y dormir bien e higienizarse tienen “otro espíritu y otro estado de ánimo” que ayuda a su hijo o hija a recuperarse. Los padres de Ibrahin Garrel, que son de Durazno y tuvieron que ir de urgencia al Centro Hospitalario Pereira Rossell, no sabían de la existencia de la Casa Ronald antes de llegar. Para el papá, poder quedarse ahí hizo la diferencia, porque si bien tiene familia en Montevideo, están muy lejos del hospital como para estar yendo y viniendo todos los días. Con su pareja van rotando para ir a recibir los informes del médico, que salen cada tres horas. “Ahora que está más grande podemos cambiarle los pañales y tomarle la temperatura, pero lo demás lo hacen los doctores”, contó. Y agregó: “Estamos contentos porque el bebé está progresando, y acá me siento como en casa”.
Al mismo tiempo que el padre de Ibrahin estaba en la Casa Ronald, dos niñas dibujaban en la Sala Educativa Familiar que la asociación abrió en junio de 2021. Allí, niños y niñas que están internados pueden pasar el día “sin estar en un ambiente tan hospitalario, con un componente de distensión y otro de educación”, señaló Álvaro Galiana, director del Hospital Pediátrico del Centro Pereira Rossell. La sala funciona de 9 a 18 hrs. y cuenta con libros, materiales de arte y juegos. Se hacen cinco talleres por día que pueden ser de cocina, plástica o yoga, entre otros. Una de las niñas que estaba pintando se llama Romina y tiene 11 años. Estaba desde hace más de tres meses en el hospital, pero al día siguiente le darían el alta y esa tarde organizarían una merienda compartida en la sala como despedida. “Los seres humanos no somos solo un hígado o un pulmón aparte y la posibilidad de estar en un lugar más tranquilo es algo que sin duda tiene beneficios en los aspectos médicos y favorece la buena evolución médica”, sostuvo Galiana. La asociación también impulsó el proyecto ‘Educación en Hábitos Saludables’ para el que produjo libros sobre la importancia de la higiene personal con las escritoras Leroy Gutiérrez y Verónica Leite. “Se imprimieron miles de ejemplares para regalar a los niños y niñas internados”, dijo Sandra Marcos.
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