La isla de Santa Clara, la perla de la bahía | El Diario Vasco

2022-06-18 21:32:01 By : Ms. Victoria Yang

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Varias personas disfrutan del sol en la isla donostiarra.

Javier se levanta temprano y se asoma a la ventana para ver qué tiempo hace. Sonríe para sí mismo al comprobar que el sol brilla en el horizonte y corre a despertar a su amona. «Hoy vamos a la isla», proclama más que sugiere, a pesar de sus 5 años de edad. Desayunan, y se disponen a preparar lo imprescindible para un día en la Isla de Santa Clara. Una cantimplora, un bocadillo, abundante crema solar, la toalla y un bañador de Peppa Pig componen la mochila que el niño carga con gusto.

En la taquilla que hay en la caseta del puerto, junto al Náutico, les atiende Lorea Moar, quien les ofrece la opción del ticket directo, que cuesta 4 euros ida y vuelta, o la del paseo largo que recorre la bahía y tiene un precio de 6 euros ida y vuelta. «Es una muy buena opción para fotografiar el Peine del Viento desde otro ángulo y perspectiva», les comenta Lorea, pero Javier tiene ganas de llegar cuanto antes a la Isla y se decantan por la primera opción. Hasta el año pasado, embarcarse en una de las motoras le habría salido gratis por ser menor de 5 años, pero, esta vez, a su amona le toca pagar dos billetes.

Sergio Montes es el patrón de la barca, que les deja en menos de 10 minutos en la Isla y les da la bienvenida al tiempo que les ayuda a subir. Amona y nieto toman asiento entre sendas parejas. A su derecha están Natalia y Casto, una pareja de Urnieta que a pesar de vivir a escasos kilómetros de la ciudad nunca habían estado en la Isla, y «ya tocaba», reconocen. Por otro lado, están Antonio y Modesta, una pareja madrileña de vacaciones en Donostia, a quienes les informaron en la oficina de turismo del Boulevard de la posibilidad de visitar la Isla. «No sabíamos que se podía venir, pero en cuanto nos enteramos, no nos lo pensamos dos veces», responden. Javier se acerca al patrón por si le deja pilotar la embarcación, pero este le responde que no es posible. «Hay que andar con mil ojos, porque entre nadadores, paddle-surfistas y piragüistas, es un trayecto en el que hay que tener mucho cuidado».

Al desembarcar, lo primero que se encuentran los visitantes es una pareja de socorristas. «Lo que más atendemos es a gente que llega mareada del barco, y algún corte que se pueda producir. La playita por lo general es tranquila porque no hay mucho oleaje», comentan Oier y Maialen, los vigilantes que ese día custodian la Isla. Plantar la toalla en el empedrado suelo del embarcadero en un día de sol es tarea complicada debido al gran número de personas que se tuestan al sol. A escasos 100 metros de Santa Clara hay un sinfín de pequeñas embarcaciones de recreo donde los turistas se broncean como si de Niza o Cannes se tratase.

A medida que se bordea la isla, se van disfrutando de distintas panorámicas de Donostia. Empezando por el palacio de Miramar, siguiendo por La Concha, El Aquarium, el Paseo Nuevo y, de repente, el mar en su máxima expresión. Si el día está despejado y hay buena visibilidad, se puede contemplar una impresionante perspectiva de las Peñas de Aia y del Monte Larrún. Sobre los riscos de un acantilado una chica fotografía a su novio mirando al mar, como si de un cuadro de Fiedrich se tratase. Multitud de veleros van y vienen, y dos motos de agua dejan una estela de espuma blanca en el azul del mar. ¿Es Saint Tropez? No, es San Sebastián, aunque se escuchan varios idiomas extranjeros. La cara norte de la Isla ofrece instantáneas dalinianas, similares a las del Cabo de Creus que inspiraron al primer Dalí, debido a la erosión de las rocas por el viento y el agua.

Junto al faro hay baños públicos, fuentes en las que refrescarse, e incluso duchas. También hay más escaleras de las que en un principio puede parecer para subir hasta allí. Los árboles permiten dar un respiro del potente sol del mediodía. Unos cuantos adolescentes escuchan música mientras pasan una jornada vacacional diferente. Decenas de gaviotas sobrevuelan la Isla en busca de algún resto de comida que puedan atrapar.

Al atardecer, la gente opta por tomar el sol en la terraza del bar, mirando a Igeldo. Un buen sitio para observar también la obra de Chillida. Las olas rompen contra la escalinata que hay junto al bar levantando gotas de agua fría que refrescan el ambiente. En 'Los Luises' sirven de todo. El encargado, comenta que «lo fuerte empieza después de San Fermín», y este año están trabajando muy bien.

Si el tiempo acompaña, el horario de las barcas es de 10 de la mañana a 8 de la tarde, con una frecuencia de media hora entre viaje y viaje. En la cola para embarcarse de nuevo a San Sebastián está Ana, una usuaria que va casi todos los días con su cuadrilla. «Compramos un bono de 20 viajes y nos dan 8 gratis. Por 80 euros que cuesta, lo amortizamos de sobra. Algunos años hemos llegado a comprar hasta tres», reconoce. El resto de personas que esperan junto a ellos coinciden en sus impresiones: «hacía tiempo que no veníamos a la Isla pero hemos pasado un día estupendo». La isla de Santa Clara es la perla de la bahía de la Concha.